Sobre Valores y Virtudes
La virtud es una disposición permanente que perfecciona las potencias del alma en orden al bien obrar. Hablar de virtud, entonces, es hablar de apetito de superación, de vocación a la perfección, expansión inclaudicable a lo más noble, lo sublime, lo óptimo (Sáenz, 1998).
Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento humano hacia la transformación social y la realización de la persona. Son guías que dan determinada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social.
Aún cuando el tema de los valores es considerado relativamente reciente en filosofía, los valores están presentes desde los inicios de la humanidad. Para el ser humano siempre han existido cosas valiosas: el bien, la verdad, la belleza, la felicidad, la virtud. Sin embargo, el criterio para darles valor ha variado a través de los tiempos. Se puede valorar de acuerdo con criterios estéticos, esquemas sociales, costumbres, principios éticos o, en otros términos, por el costo, la utilidad, el bienestar, el placer, el prestigio. Algunos autores señalan que, si bien existe una fuerte vinculación, el ámbito de los valores es mucho más universal que el de lo ético. Pero el campo moral, lo sabemos, es una de esas dimensiones que con mayor cuidado hay que cultivar hoy en día, precisamente porque su olvido o descuido es el origen de tanta injusticia y trastornos en el mundo, sea dicho esto en casi cualquier ámbito en el que el hombre ejercita de modo irresponsable su libertad.
La conferencia Episcopal Argentina (CEA) en Navega Mar Adentro, señala que es doloroso constatar en las personas, las familias, las instituciones y las comunidades en general una perdida de muchos valores que marcaban nuestra identidad como pueblo. Esto nos esta colocando al borde de descomposición del tejido social. Como ejemplo podemos mencionar que nos cuesta mantener la cultura del trabajo que en sobrados casos ha sido reemplazada por acciones corruptas. La CEA expresa que no es extraño entonces que no se advierta CONVICCIÓN Y COMPROMISO en el ejercicio de los deberes ciudadanos, y cada vez es más raro hallar entre nosotros hombres y mujeres con pasión por el bien común.
No por casualidad la CEA antepone a la falta de compromiso la palabra convicción. Será porque alguien que no esta convencido decididamente no se compromete o solo lo hace tibiamente para pasar el momento, pensando por dentro desde el mismo momento de su compromiso que no hará nada, o hará lo menos posible y que se toma de “pasada”, normalmente para safar de una situación puntual. Un hombre sin convicción difícilmente pueda tomar un compromiso con mayúsculas, difícilmente llegue a impregnar de tal modo todo su ser y termina siendo presa de la cobardía, la indecisión, debilidad, vergüenza, falta de fervor y pasión y complicidad con los pecados sociales
Actuando de esta manera, en que nos diferenciamos de aquellos fariseos a los cuales Jesús calificó de Hipócritas:
Recordemos aquel pasaje del santo Evangelio según San Marcos. En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos comen con las manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?"
Jesús les contestó: "¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
Por eso, nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas. La inteligencia ilumina pero la voluntad decide, y la libertad nos permite tomar todas las decisiones posibles. De esta manera, el hombre se construye a si mismo, siendo en alguna medida su propio progenitor.
La conciencia dirige su testimonio solamente hacia la persona misma. Y, a su vez, solo la persona conoce la propia respuesta a la voz de la conciencia- Lo que sucede en la intimidad de la persona esta oculto a la vista de los demás desde fuera. J. Pablo II en Veritatis Splendor expresa que nunca se valorara adecuadamente la importancia de este íntimo dialogo del hombre consigo mismo. Se puede decir que la conciencia da testimonio de la rectitud o maldad del hombre al hombre mismo. Por ello que cada uno de nosotros es en este sentido su propio progenitor. Cada uno toma los impulsos y los domina y los somete a reglas universales, a valores superiores. Decide su vida desde su interior.
Sin embargo estamos centrados en el exterior y nuestra inclinación es a volcar en los demás nuestros fracasos y atribuirnos solo a nosotros el origen de nuestros éxitos. Pero la conciencia de uno mismo es una habilidad que puede ser cultivada, por ejemplo con la meditación cotidiana. "Si no sabes hacia donde te diriges, cualquier camino sirve". La conciencia de nosotros mismos nos proporciona, pues, una brújula segura para armonizar nuestras decisiones con nuestros valores más profundos.
Así los valores, si son virtudes, se tornan cualidades adquiridas con esfuerzo y se individualizan de tal manera que al ser vividos por el hombre, éste crece cualitativamente y en sentido positivo, en aquella dimensión específica de su personalidad en la que ha ejercitado aquel valor o virtud. En este sentido el hombre se hace mejor, se perfecciona....y no solamente desde la perspectiva ética.
Recordemos que una persona valiosa, es una persona que posee valores interiores y que vive de acuerdo a ellos. Un hombre vale entonces, lo que valen sus valores y la manera en como los vive.
Ya en el ámbito social, la persona valiosa buscará ir más allá de "mi libertad", "mi comodidad o bienestar" y se traducirán estos valores en solidaridad, honestidad, libertad de otros, paz, etc. Madre Teresa de Calcuta, “la ayuda solo reconoce la necesidad”-
Así la solidaridad surge cuando mi libertad, mi desarrollo y mi bienestar ya no son compatibles con las necesidades y desgracias de los demás. Ya no nos limitamos a compartir en el seno familiar, sino con los demás.
Una persona con altos valores morales promoverá el respeto al hombre, la cooperación y comprensión, una actitud abierta y de tolerancia, así como de servicio para el bienestar común
Sin embargo es necesario reconocer una realidad: en gran medida el comportamiento de la sociedad indica que se están dejando de asumir los valores morales, y en cambio se introyectan otros que podemos llamar antivalores, lo cual mina o denigra las relaciones humanas. Las causas pueden ser diversas y combinadas, como: el egoísmo excesivo, la influencia de algunos medios de información, conflictos familiares, padres irresponsables en la crianza de sus hijos, presiones económicas, pobreza.
El proceso de desvalorización siempre ha estado presente en todos los tiempos y civilizaciones; pero no tan acentuadamente como en la actualidad. Aunque todavía existen personas que revelan una gran calidad.
Mirta y Beto